31 julio 2008

LUTO CULTURAL



Este día al revisar los periódicos locales y nacionales me entero de la muerte de dos importantes personajes en el ámbito cultural mexicano: ALEJANDRO AURA y VÍCTOR HUGO RASCÓN BANDA.
Ambos murieron a causa del cánder y ambos fueron incansables promotores culturales. Admito que sentí más la muerte de Aura ya que me resultaba más familiar su figura.
Nos acostumbramos a él en los programas culturales que protagonizó, aquel que le gustaba tanto a mi mamá , que se llamaba "Boleros y algo más", que conducía en el Canal 11 (IPN) junto a aquella chava (de hace unos años) Doris que fue uno de los Valores Juveniles Bacardí (creo).
Mil disculpas, mi memoria me juega malas pasadas. Como les iba diciendo, Alejandro Aura era una figura familiar para nosotras, mi mamá, mi hermana y yo, además de ser un hombre carismático y muy agradable; nos entristece su muerte, descanse en paz.
A continuación transcribo esta nota que se publicó en Milenio.com este jueves 31 de julio de 2008.

Alejandro Aura cierra la cuenta

Víctima de un cáncer detectado desde hace tres años, el poeta, hombre de teatro, promotor y funcionario cultural falleció ayer en Madrid, España, a los 63 años de edad.

31-Julio-08

Domingo 27 de julio. Alejandro Aura aún tenía la fuerza para escribir en su blog, para pedir perdón a Milagros —su última pareja—, para entretenerse con las aventuras policiacas de Henning Mankell, para dominar el humor:
“Hay días en que el ramalazo es tan fuerte que no sabe uno cómo esquivarlo, y eso me pasó ayer: me vino de pronto un malestar profundo por dentro y por fuera, dolores, incomodidades, tensiones, tristeza (mucha), desesperanza, y todo se juntó en un haz de porquería de comportamiento que hizo sufrir mucho a Milagros porque la pobre no sabía qué hacer, cómo contentarme, cómo ayudarme a encontrar algún alivio. Hoy le pido perdón por escrito, porque me cae que no se lo merece”, se lee en el blog.
Martes 29 de julio. Él mismo anuncia que se encuentra en el hospital, donde no tienen acceso a internet e informa que al día siguiente contará “cómo anda la cosa”.
Miércoles 30 de julio. En el blog se da a conocer su partida.
Ese hombre de múltiples rostros perdió la lucha contra el cáncer a las 16:30 horas (tiempo de Madrid): “Alejandro murió en paz, tranquilo”, cuenta su hija María vía telefónica desde la capital española, “llevaba tres años con la enfermedad y, bueno, vivió muy bien prácticamente todo ese tiempo. Murió dormido”.
Las cenizas de Alejandro Aura les serán entregadas a Milagros y María dentro de tres días, después las trasladarán a México, por expreso deseo del poeta, dramaturgo y promotor cultural.

Alegría y brillantez
Durante dos décadas compartieron la vida, procrearon dos hijas y conjugaron intereses intelectuales. Desde ese lugar, Carmen Boullosa recuerda a un hombre que, pese a estar muy enfermo, no tuvo deterioro intelectual y tampoco de alegría, “lo más admirable de Alejandro”.
“Hay que recordar sus virtudes, su brillantez, su talento y este sabor alegre, tan peculiar de la Ciudad de México, que él supo capturar muy bien en su obra, en su estilo, en las cosas que a él le gustaba hacer. Digamos que es un hijo bueno de la Ciudad de México.”
Aura fue poeta, hombre de teatro y de televisión, también promotor y funcionario cultural —estuvo a cargo de Teatro y Danza de la UNAM, además de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México—, aunque halló en la poesía y el teatro los espacios para contarse a sí mismo. “Él nunca perdió la alegría y es lo que debemos recordar de él: su alegría, su amor por la vida, su hacer fiesta de todo”, asevera Carmen Boullosa.

De la televisión y la cocina
Hay títulos de programas de televisión cultural que permiten evocar a Alejandro Aura: Entre amigos, En su tinta o De ida y vuelta, y en todos ellos tuvo como compañero —desde diferentes trincheras— a Enrique Strauss, cuya tristeza ante el fallecimiento del poeta se resume en una línea: “Para mí es como si hubiera muerto mi padre o mi madre”.
“Él fue un hombre de múltiples propuestas, a todo iba. Hay que recordar ese amor que tenía por la cocina, por atendernos, cada vez que iba uno a Madrid era comer la mejor comida mexicana que se podía hacer. Allá encontraba los chiles, los tomates, siempre dispuesto con una copa de vino, siempre con este gusto culinario fantástico, del cual desplegamos muchas horas en televisión, con muchísimos intelectuales y artistas.”
Se conocieron hace 30 años, con lo cual conoció de cerca al creador, al promotor de la cultura o al funcionario, un personaje de múltiples intereses, de mil asuntos y mil cosas, pero encima de todo “estaba esa bonhomía fantástica, esas ganas de vivir, de hacer cosas. De estar al tanto de todo”.
“Él decidió quedarse a vivir allá (en España)”, recuerda Enrique Strauss, “y casarse con una mujer llamada Milagros, que hizo un verdadero milagro: estaba enfermo desde hace casi tres años, le habían dado dos meses y nos duró, a los que fuimos sus amigos, un tiempo más.”
Ignacio Solares, en la actualidad director de la Revista de la Universidad, rememora los diferentes espacios en los cuales colaboraron, desde Plural, Diorama o México en la Cultura, con lo cual destaca su labor en las diferentes áreas en las que se encontraron, pero, sobre todo, resalta al amigo.
“Recuerdo que el número 20 de Plural estaba dedicado a los jóvenes escritores y yo había leído un poema de Aura, lo invité a que nos diera un poema. Ahí lo conocí. Una característica de él es que siempre estaba de buen humor. Hasta el final trabajó en su blog, no paró. Alejandro nos dio una buena muestra de lo que es un hombre realizado.”

Despedida*

Así pues, hay que en algún momento cerrar la cuenta,
pedir los abrigos y marcharnos,
aquí se quedarán las cosas que trajimos al siglo
y en las que cada uno pusimos nuestra identidad;
se quedarán los demás, que cada vez son otros
y entre los cuales habrá de construirse lo que sigue,
también el hueco de nuestra imaginación se queda
para que entre todos se encarguen de llenarlo,
y nos vamos a nada limpiamente como las plantas,
como los pájaros, como todo lo que está vivo un tiempo
y luego, sin rencor, deja de estarlo.

¿Se imaginan el esplendor del cielo de los tigres,
allí donde gacelas saltan con las grupas carnosas
esperando la zarpa que cae una vez y otra y otra,
eternamente? Así es el cielo al que aspiro. Un cielo
con mis fauces y mis garras.
O el cielo de las garzasen el que el tiempo se mueve tan despacio
que el agua tiene tiempo de bañarse y retozar en el agua.
O el cielo carnal de las begonias en el que nunca se apagan
las luces iridiscentes por secretear con sus mejillas
de arrebolados maquillajes. El cielo cruel de los pastos,
esperanzador y eterno como la existencia de los dioses.
O el cielo multifacético del vino que está siempre soñando
que gargantas de núbiles doncellas se atragantan y se ríen.

Lo que queda no hubo manera de enmendarlo
por más matemáticas que le fuimos echando sin reposo,

ya estaba medio mal desde el principio de las eras
y nadie ha tenido la holgura necesaria para sentarse
a deshacer el apasionante intríngulis de la creación,
de modo que se queda como estaba, con sus millones,
billones, trillones de galaxias incomprensibles a la mano,
esperando a que alguien tenga tiempo para ver los planos
y completo el panorama lo descifre y se pueda resolver.
Nos vamos. Hago una caravana a las personas que estoy
echando ya tanto de menos, y digo adiós.

*Poema con el que Aura dice adiós en su blog


México • Jesús Alejo