30 julio 2008

Carnita suave y tentadora...

Últimamente la obsesión por los cuierpos delgados se ha vuelto enfermiza. Cada día vemos mujeres espantosamente delgadas y ellas creen que se ven muy bien; para nada!! la delgadez extrema nos hace ver mal, eso es un hecho. Un cuerpo delgado y bien torneado está bien, pero cuando la carne es escasa, ahí si las cosas ya se ponen feas... Hay en la actualidad tal necedad por la flacura que algunas mujeres que conozco, y no diré nombres para no herir susceptibilidades, que son delgadas me han dicho que se sienten gordas. Eso es enfermizo, patológico y cae en lo absurdo, por decir lo menos...
A continuación transcribo la columna de Martín Amaral que se publicó en el periódico Noroeste este miércoles 30 de julio de 2008, léanla plis y reflexionemos con esto.


Vuelo Libre
Martín Amaral


30-07-2008



Por un mundo más ancho



Los albañiles (o maestros de la construcción, para verme políticamente correcto) me simpatizan: son los edificadores ignorados de las ciudades, hacen uso del lenguaje sin reservas, comen sin temor galletas pancremas y cocacola, fuman cigarros sin filtro, hieden y se ensucian sin rubor y no hacen distingos al momento de apreciar la belleza femenina. Ayer vi cómo un contingente de ellos piropeaba a una linda gordita que pasaba frente a la obra: "Ahí si hay dónde agarrar", dijeron convencidos. Y chiflaron desde los andamios. Y es que la andanada global por la salud -a costa de perder la salsa de la vida- y contra la gordura es francamente insoportable, histérica. Se ha pasado, en aras de una astringente obsesión por la salud y la delgadez, a la más completa estigmatización de quien por genética, sedentarismo, compulsión o gusto, exceda los estándares dictados por los nuevos gurús de bata blanca: tantos centímetros de circunferencia, tal cantidad de grasa, equis ingesta de calorías. Ser o estar gordo, insisten quienes venden pócimas o artilugios para enflacar, es una condena al fracaso, se asocia con complicaciones médicas severas y la humillación, es enemiga del sexo y de la seguridad personal. Sofocados por la publicidad, olvidamos que el cuerpo es un medio cultural y también un instrumento de control social: el cuerpo como texto en que se "leen" los valores, las reglas y los tabúes de cualquier sociedad. ¿Cómo se distingue entre voluptuosa, llenita, pasada de peso, gordita, gorda, curvilínea, redonda, bien cuidada, voluminosa y obesa? ¿En qué momento traspasa un cuerpo los límites de lo que es socialmente aceptable o deseable? A saber. Por un lado, existe el ideal de belleza de la corriente dominante que se describe como flaca, esbelta, o delgada. En cambio, como los vitales albañiles, yo afirmo un ideal voluptuoso que enfatiza las curvas del trasero, las caderas y los pechos. Muchos historiadores localizan el inicio del temor a la gordura con el surgimiento del puritanismo de la época victoriana. Hasta entonces, lo tradicional era asociar la gordura con el erotismo y la belleza, con la fertilidad, la abundancia, la maternidad y, en última instancia, con el parto sano. La convención actual dicta que estéticamente no es agradable, aunque ciertos genios de la pintura la hayan glorificado. Como escribe Leandro Arellano, la efigie de Safo que nos han heredado los siglos en grabados e ilustraciones, revela a la poeta como una mujer hermosa, de perfil y rasgos delicados; pero también era una mujer entrada en carnes. Ajamonada. Dice Leandro Arellano: más allá de la media sonrisa de la Mona Lisa, el cuerpo que emerge es el de una de esas matronas italianas, rollizas y plenas. Las Venus y Dánaes de Tiziano exhiben a plenitud el elogio del artista a los jamones que representaron la belleza de su época exquisita. El genio de Goya enfoca su virtud a la glorificación de la ternura y el exceso de carnes en la lechera de Burdeos. No es posible imaginar a La Maja, desnuda o vestida, sin esas carnosidades equilibradas, sin esos regodeos bien concertados. Los tiempos que vivimos acabaron con el modelo que fue prototipo de edades doradas. En realidad, la defensa de la gordura a toda costa no es algo que personalmente me convenza, pero me parece que en la actual dictadura por la salud y la estandarización de lo que debe ser "normal" hay peligros mayores. A mí, aún mucho antes de no estar a bordo del bote de lo que llaman normalidad, siempre me ha parecido siniestra la idea de perfección. Recuerdo la visión de una sociedad alienada como la que novela Aldous Huxley. Es más, creo que la belleza, para ser tal, requiere siempre de un toque de imperfección. No me gusta la gordura mórbida, pero tampoco la flacura. Me quedo en la condición mediana. Donde las suficientes carnes se acopian alzando formas y redondeces y contornos que ciñen con deleite lo que natura surtió. Las flacas que pican y lastiman con sus parcos huesos nomás no. Son tristes los escuálidos. Generalizo, pero esas flacas resecas, amargadas, suelen tener el duro rostro de Cruela Devil. No en vano Shakespeare hace decir a Julio César: Deja que se me acerquen hombres gordos; Los de cabeza despejada, que duermen bien toda la noche. Mira a Cassio, con su aspecto escuálido y hambriento. Hombres así son peligrosos. En fin como propone en su blog una gorda feliz, deberíamos de fundar una ONG, con el lema "Por un mundo más ancho".

amaralmartin@hotmail.com